El Semanario | Por: José Méndez Fabre
La pandemia no es una guerra, sin embargo, al 3 de agosto de 2020, a nivel global, las muertes acumuladas llegan a 691,738, con 18,193,291 casos confirmados, y lo más preocupantes es que en los últimos días el promedio de muertes diarias se estanca en aproximadamente 5,230 personas. Está claro que sus consecuencias y afectaciones médicas, sociales, económicas y psicológicas serán enormes y diferentes en cada país.
Por lo pronto, tenemos estimaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI) de un decrecimiento global de 4.9% para el 2020, con un 95% de países disminuyendo su ingreso por persona y una recuperación que será lenta y dispareja.
Las estimaciones de la Organización Mundial de Comercio (OMC) son también bastante pesimistas, ya que prevén para este año una disminución global del comercio internacional, sin precedentes, de más del 18.5%.
Bajo este contexto uno se pregunta si una catástrofe de este tamaño no sería razón suficiente para que se reviva la cooperación internacional para recuperar la salud y el crecimiento económico, con posiciones de los principales líderes coordinadas para alcanzar de manera exitosa metas comunes.
Haciendo un símil con lo que pasó después de la Segunda Guerra Mundial, nuestra respuesta debería ser que, por el tamaño de la crisis y su afectación global, sería fundamental revivir la cooperación internacional, con el objetivo de recuperar la salud, el empleo y el comercio internacional.
Sin embargo, nos encontramos ante dos escenarios muy diferentes, por un lado, la propuesta de China bajo la iniciativa de la nueva ruta de la seda, conocida como BRI (Belt and Road Initiative), que si bien fue presentada por el presidente Xi Jinping desde 2013, ahora ha retomado mucha fuerza geopolítica hasta alcanzar el apoyo de más de 100 países y la participación de 68. Y, por otro lado, nos encontramos con el líder mundial, Estados Unidos, y otros países desarrollados buscando abandonar la globalización y regresar a temas de autosuficiencia y proteccionismo.
La propuesta del BRI se puede decir que es la fórmula que busca China para posicionarse como el futuro líder mundial. Este argumento lo soportan la creación de un número importante de instituciones para respaldar esta iniciativa, tales como el Banco Asiático de Infraestructura (AIIB), el Banco de Desarrollo de China, el Grupo Internacional de Shanghái, etc., así como una cantidad enorme de recursos destinados a apoyar y financiar este proyecto.
Como comentan Arturo Oropeza y otros autores en su libro China. The Belt and Road Initiative. A Global Transformation, el gobierno chino ha indicado que todas las naciones son bienvenidas a la iniciativa, bajo un contexto de beneficios tanto para países en desarrollo como para los subdesarrollados. El BRI tiene como objetivo construir cinco rutas conectando seis corredores económicos, tanto marítimos como terrestres a través de tres continentes: Europa, Asia y África. El proyecto contempla la construcción de vías de ferrocarril, carreteras, puertos, aeropuertos, zonas libres de impuestos, etcétera. Continuar leyendo […]