Por una política económica sin adjetivos

Por: Francisco Suárez Dávila | Publicado en El Universal.-

Las grandes crisis económicas han propiciado agudos debates entre escuelas de pensamiento y modelos de política económica. Los adversarios usan tantas distorsiones, exageraciones y falacias que las etiquetas pierden sentido y solo desorientan. En Estados Unidos, las corrientes social-demócratas, “progresistas” de Sanders y Warren, los nobel de Economía, Krugman y Stiglitz, para algunos americanos son “comunistas”, como consideraron en su momento al propio Roosevelt. Después de la Gran Recesión de 2008 los “progresistas” pronunciaron la defunción del neoliberalismo. Esta palabra carece ahora de significado. El Presidente López Obrador, como caso extremo, la ha convertido en grotesca caricatura de todo lo malo, pero lo practica.

Al evaluar las políticas económicas debemos olvidarnos de los adjetivos deformadores y hablar sólo de buenas políticas o de políticas equivocadas. Esto se mide por congruencia entre medios y fines, sobre todo por resultados. Deben adecuarse a las nuevas circunstancias y resolver los problemas generados por anteriores etapas.

La historia enseña. La Gran Depresión de 1929 sirvió para sepultar las políticas equivocadas de Hoover de “finanzas sanas” equilibradas, que en México aplicó el Secretario de Hacienda de Calles, Montes de Oca, profundizando la Recesión. Ello llevó al triunfo al Presidente Roosevelt, que introdujo el New Deal con políticas contraciclicas e importantes reformas, que permitieron recuperación. En México, Calles tuvo el talento para rectificar y sustituyó a Montes de Oca por Pani. Luego viene el Presidente Cárdenas que impulsa una verdadera transformación, la 3T, introduciendo grandes reformas sociales, como la reforma agraria. Su secretario de Hacienda, Suárez, aplica políticas anticíclicas para superar la Depresión y la nueva Recesión de 1937, financiándose con sobregiros en el Banco de México. Posteriormente inicia la política desarrollista, que nos daría 40 años de crecimiento al 6%, sustentada en un amplio programa de obras públicas, iniciando la industrialización, apoyada en nuevos bancos de desarrollo: Bancomext, Crédito Ejidal y Nafinsa, como la Finance Reconstruction Corporation de Roosevelt. Continuar leyendo […]

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