Por Francisco Suárez Dávila | Publicado en El Universal.
La “quiebra fiscal” del Estado Mexicano la defino como su incapacidad de generar los suficientes recursos vía impuestos, para cumplir las necesidades de un Estado moderno y hacer frente a los reclamos mínimos de bienestar de su población.
Esta situación no es nueva, es endémica a lo largo de nuestra historia. Desde la 1T, la Independencia, se dice, “nacimos endeudados”. Matías Romero, gran ministro de Hacienda de Juárez en la 2T, en uno de los más brillantes análisis de la situación de nuestra hacienda pública, su famosa Memoria de Hacienda de 1870 escribió: “La cuestión vital de México ha sido desde el establecimiento de su independencia la hacendaria. Ante ella han fracasado las inteligencias más privilegiadas, los gobiernos más sistemados… Ello constituye un mal crónico que a muchos ha parecido incurable y se ha visto como la gangrena que acabará por carcomer y destruir la nacionalidad mexicana”. ¡Sigue vigente!
En la actualidad nos encontramos en una situación peligrosa en las profundidades de un perverso círculo vicioso, la economía no crece porque no hay inversión y con crecimiento “0” no se generan recursos tributarios suficientes para invertir. Carecemos de espacio fiscal, frente a presiones apremiantes: requerimos al menos 3% más del PIB de gasto en infraestructura, 2% en salud, 2% en seguridad, más para pensiones, agricultura y otros. Es decir, necesitamos 10% adicional de ingresos, que nos ubicaría a niveles de países comparables. No de golpe, sino con un plan de ruta, acompañando mayor crecimiento. Pemex es una “bomba de tiempo”. Absorbe recursos y se financia con no pagar a proveedores nacionales. Desviamos recursos escasos en “ocurrencias”. Rompemos las alcancías (fondos de estabilización). Esta situación no aguanta más allá de este año. El riesgo es romper los “candados fiscales” y si se nos quita el “grado” de inversión, nos lleva a un torbellino sin fondo. Continuar leyendo […]