El triángulo mexicano de sus Bermudas

Por: Rolando Cordera Campos | Publicado en El Financiero.

De coyuntura en coyuntura, la economía mexicana reproduce la pauta de crecimiento implantada a inicios del siglo actual. En vez de asumir las enseñanzas de los primeros años del TLCAN, en el sentido de que la apertura y la expansión libérrima de los mercados no serían suficientes para relanzar el desarrollo del país, los dirigentes económicos y financieros del gobierno con el que se inauguraba la alternancia impusieron su visión de política económica. Una comprometida con los objetivos de estabilización financiera, a costa de lo que fuera.

Aquella presunción de los ocupantes de la Secretaría de Hacienda, de que así se naturalizaría una nueva forma de ejercer la rectoría del Estado, empezó mal. Sus programas de desarrollo financiero no se cumplieron; la economía prolongó su recesión más allá de la de Estados Unidos, el Tratado devino en inercia y el ritmo de la actividad productiva, al terminar el siglo XX, quedó en la cuneta.

México se alejaba así del dinamismo que encierra el horizonte de un crecimiento superior a 6%. Es por eso, entre otras razones, que en el ánimo público se impuso una suerte de “enojo resignado”, un sálvese quien pueda que luego se desplegaría en la informalidad salvaje y las opciones de muchos jóvenes más que por la informalidad, por la ilegalidad. México se instalaba como pionero de lo que se denominaría “estancamiento secular”.

Luego, con la Gran Recesión y su recuperación lenta y empleo precario e insatisfactorio, desde el punto de vista de las necesidades básicas de la sociedad, tal ánimo social se ha arraigado hasta el extremo de que el propio tema del crecimiento ha sido banalizado desde el poder mismo, tanto del que llamamos poder constituido conforme a la Constitución, como el que se procesa en el capital privado, el sistema financiero y la propia autonomía del gobierno financiero.

La reciente alerta hecha de nuevo por el Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico (IDIC), junto con los editoriales periodísticos de su director, el doctor José Luis de la Cruz, no calarán mucho en este ánimo. El que la industria instalada en el país registre ya varios meses de no crecimiento, debería ser motivo de intensa preocupación y alarma en la sociedad y, desde luego, materia de discusión intensa y extensa en los órganos de deliberación y decisión del Estado. Pero no es así, a pesar de lo que estos registros dicen sobre el lamentable estado de muchos grupos, regiones y comunidades. Continuar leyendo […]

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