2012-2018: la herencia, I

Por: José Luis de la Cruz | Publicado en: El Sol de México.

La promesa de crecimiento se incumplió. El PIB no llegó a 5% asociado a la aprobación de reformas estructurales; persiste 2.5% promediado en los últimos 35 años.

El modelo económico no tiene capacidad para lograr un mejor desempeño, el sacrificio de la industria instrumentado desde 1986 causó una afectación sistémica. En los dos últimos sexenios la industria creció a una tasa promedio de apenas 0.4%. De hecho, en el primer semestre de 2018 la cifra fue de 0.3%.

El desmantelamiento de la industria mexicana tuvo varias vertientes. La primera atenta contra el interés nacional, renunciar al desarrollo energético. Desde la década de los 90 se instrumentó una estrategia que implicó la contracción de la inversión en Pemex y CFE.

Se detuvo la modernización y mantenimiento de la infraestructura energética y se apostó en favor de la importación de derivados energéticos: México no tenía de capacidad tecnológica para producirlos, era costoso y por lo tanto era mejor comprarlos al exterior.

Paralelamente se toleró la ineficiencia administrativa de Pemex y CFE, así como la corrupción y el robo de petróleo, gasolina, electricidad y otros productos generados por las empresas del Estado. Se perpetuó el manejo corporativo de los sindicatos. Después de 30 años el resultado es negativo e inhibe el desarrollo de la industria mexicana porque se rompieron los encadenamientos entre las empresas.

Otro eje del sacrificio fue favorecer la importación de insumos intermedios en las manufacturas. Más de 300 mil millones de dólares anuales cuesta la compra de bienes que requiere la industria maquiladora. Ello afecta la generación de valor agregado, el encadenamiento productivo, la innovación tecnológica y el desarrollo del sistema educativo. Confundir la política industrial con la comercial fue un gran error.

El tercer error vino con la contracción de la inversión pública en infraestructura. En su mejor momento representó 12% del PIB, hoy sólo alcanza 3%. La justificación fue el ajuste fiscal que en, teoría, corregiría los desequilibrios que causaron la crisis de los años 80, 1995, el estancamiento de 2001-2003 y la recesión de 2009.

Los criterios de austeridad fiscal fulminaron la inversión pública y no sirvieron para corregir el endeudamiento que asola a las finanzas públicas. Se limitó la inversión, se siguió alimentando el gasto corriente y el manejo corporativo de las instituciones.

El resultado fue la precarización del sistema carretero, ferroviario y marítimo. La reducción en inversión inhibió su modernización. México se convirtió en importador de los equipos de telecomunicaciones, software, y en general de los bienes de capital que requiere la economía. El espejismo de las exportaciones no permitió ver que ello era posible gracias a importaciones y financiamiento externo. El endeudamiento público y privado con el resto del mundo se oculta por la entrada de remesas.

El desequilibrio sólo se solventará con una economía que genera mayor valor agregado y empleo.

El próximo gobierno deberá combatir la herencia de bajo crecimiento y la desaceleración económica que se observa en 2018, de otra forma limitarán la transformación de México. Fuente […]

Se permite el uso, distribución y difusión del contenido publicado en IDIC.mx toda vez que se cite la fuente, se vincule al artículo en nuestro sitio web y se mantenga la intención del contenido. En caso de que no sea de autoría del IDIC A.C. se deberá consultar con el autor original.