J. Jesús Rangel | Publicado en Milenio.
Roberto Azevêdo, director general de la Organización Mundial del Comercio (OMC), y el Fondo Monetario Internacional (FMI), a través de su vocero Gerry Rice, hicieron comentarios realmente tibios ante la amenaza de Estados Unidos de imponer esta semana aranceles a las importaciones de acero y aluminio.
El primero habló del riesgo de “desencadenar una escalada de barreras comerciales”, porque un “ojo por ojo nos dejará a todos ciegos” y al mundo en una “profunda recesión”.
El segundo expresó su preocupación porque de ser aprobada la medida, justificará a otras naciones a imponer restricciones por “seguridad nacional”.
No sé por qué no afirmaron ambos funcionarios con contundencia que la postura proteccionista del presidente Donald Trump en materia comercial provocará precisamente una guerra comercial. Los gobiernos integrantes de la OMC utilizan cada vez menos a los órganos internos de apelación y de solución de controversias, la base del sistema de comercio libre, porque ven más el riesgo de guerra que de diálogo.
Para el caso de México, Trump ya incluyó el tema directamente como un chantaje dentro de las renegociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC). Incluso Robert Lighthizer, el representante comercial de EU, volvió a señalar que de no concluir satisfactoriamente las rondas, se podrían alcanzar acuerdos bilaterales.
El director general del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico, José Luis de la Cruz, afirmó que Trump no elabora un programa de política industrial y de inclusión. “Su estrategia es de confrontación que el propio Trump racionaliza como una guerra comercial que es ‘buena y fácil de ganar’”.
Realmente la situación es crítica y mucho más que preocupante si le agregamos la forma en que vivimos el proceso electoral. Fuente […]
