Libre comercio o política comercial estratégica

Fuente: Revista Siempre!

Revista Siempre!  | Por: Franciso Suárez Dávila.

Una característica de las crisis es la polarización social que conlleva al debate sobre las causas y los culpables y las políticas para resolverlas. Voy a escribir sobre lo que considero algunos de los grandes temas del debate nacional. Uno de ellos es que el planteamiento del gobierno de Trump de renegociar el TLC de América del Norte y su propia aversión al libre comercio, que debe ser comercio “justo”, revive en México el viejo debate entre los fundamentalistas del libre comercio, los campeones de la proliferación de tratados de libre comercio -algunos de ellos mis amigos- y los que consideramos que debemos cambiar hacia una política comercial estratégica con un comercio que debe “administrarse” como parte de una nueva política de desarrollo con una política industrial moderna con proteccionismo selectivo y medidas de fomento.

Este gran debate es mundial con profundas consecuencias políticas. En Inglaterra, el Brexit fue el rechazo de los pilares en que se sustenta la Unión Europea: libre movimiento de bienes, de capitales y sobre todo de personas, la migración. Los ingleses optaron por “administrar” nacionalmente estos factores. En EU, el triunfo a Trump se lo dieron también los Estados de industrias tradicionales: el carbón, el acero, la automotriz, devastadas, según los votantes, por la globalización, el libre comercio y el cambio tecnológico.

En México debemos revisar con objetividad la experiencia de 20 años del TLCAN. En términos de sus objetivos “limitados” como tratado comercial fue un éxito indudable y la negociación meritoria”. El comercio se sextuplicó hasta un trillón de dólares. En forma no planeada creó un verdadero sistema económico continental que significa “producción conjunta” y cadenas productivas regionales en algunos sectores importantes como el automotriz y el aeroespacial.

Pero adolece de casi todos los problemas que dieron lugar al triunfo de Trump y del Brexit y que provocaron cambios de políticas. Nos ancló a “un modelo de crecimiento sustentado en las exportaciones” que paradójicamente no genera crecimiento: un miserable promedio de 2% anual. No aumentaron los salarios reales, se han quedado estancados; un caso claro es el del sector automotriz que aumenta la productividad notablemente y no los salarios; estos caen como proporción del ingreso nacional.

En México florecen los “Estados NAFTA” del norte del país, como Guanajuato o Aguascalientes, con tasas de crecimiento asiático, pero tenemos un sur-sureste, particularmente en la vertiente del Pacífico, muy rezagado, con problemas de violencia, narcotráfico, pobreza extrema y serios riegos sociales. No se ha logrado ninguna convergencia entre los niveles de ingreso de México y EU, al contrario, divergencia. En Europa, que practicaron políticas compensatorias y crearon fondos de igualación, sí se logró esto en forma notable para los países menos desarrollados: España, Portugal, Italia.

Una causa fundamental del fracaso se debe a que el fundamentalismo del libre comercio no  aceptó que la política comercial debía ser acompañada por una política industrial y de desarrollo regional. Esto la ilustra la célebre frase: “la mejor política industrial es que no haya”.

En forma insensible, la nueva receta de esta visión es “ante más proteccionismo de Trump, o de quién, sea mayor apertura unilateral”; nos pegan en una mejilla, dar la otra. Cuando Trump anuncia derogar el TPP hubo quienes sostuvieron que nosotros debíamos dar el buen ejemplo y absurdamente que nuestro Senado ratificara al “cadáver”. Continuar leyendo […]

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