¿Y el crecimiento?

El Universal | José Luis De la Cruz | Opinión 

Los pronósticos del Banco de México nuevamente se ajustaron a la baja, reflejando con ello que los mejores momentos de la economía no llegarán durante el 2017. Desde la perspectiva del banco central el crecimiento se ubicará en un rango de entre 1.3 y 2.3%.

Una expectativa similar tiene el titular de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público: desde su punto de vista el PIB nacional tendrá un incremento de entre 1.5 y 1.7%.

Ambas instituciones reconocen, de manera implícita, que lo peor está por venir. La razón es porque la economía creció 2.3% durante el 2016, una cifra similar a la observada en el último trimestre del año.

Si tienen razón, el país registrará el menor crecimiento desde el 2013, reflejando con ello el resultado final del modelo económico implementado durante los últimos 30 años.

El proceso de estabilización de la macroeconomía no se realizó en función del fortalecimiento de las capacidades productivas, es decir, de los pilares de crecimiento económico.

El control de la inflación no tuvo una perspectiva de largo plazo, simplemente se enfocó en la parte monetaria, el control de los salarios y en una apertura comercial que permitió la entrada de mercancías que llegan de países en donde no se respetan las reglas del libre comercio.

La manipulación del tipo de cambio fue fundamental para esto, se debe mantener el peso sobrevaluado para evitar presiones inflacionarias, la consecuencia lógica para una economía abierta que es dependiente de los bienes y servicios externos.

La ausencia de una política industrial es la causa de esto, México debe importar más de 300 mil millones de dólares de insumos intermedios para poder satisfacer los requerimientos de su economía.

Al no contar con una planta productiva propia, es decir empresas, para fabricarlos internamente, se dañaron los fundamentos de la productividad que debieron generar crecimiento económico sin presiones inflacionarias.

Mientras el tipo de cambio se mantuvo alrededor de los 12 pesos eso funcionó en apariencia, sin embargo la tregua terminó desde finales del 2014 cuando el peso comenzó a perder fuerza frente al dólar. Por un par de años las empresas pudieron mantener cierta estabilidad en la inflación, el problema se acentuó cuando la autoridad incrementó los precios de la energía y recientemente de los combustibles.

La combinación de depreciación del peso y de aumento en los energéticos ha propiciado una escalada inflacionaria que en enero llegó a casi 10% para las empresas.

¿Cuál es la respuesta a esto? Desde la parte monetaria se decidió anunciar la inyección de 20 mil millones de dólares a la economía a través de un mecanismo de coberturas financieras que buscan garantizar el acceso a dólares baratos. Junto con las menores presiones de Donald Trump, se logró disminuir la caída del peso.

Hay dos problemas detrás de esta decisión. La primera es que solo funcionará en el corto plazo, en esencia no incide sobre las causas de la contracción de nuestra moneda. Si las mismas persisten la presión volverá.

El segundo es que se abre la puerta a la especulación de los intermediarios financieros, como ya ocurrido en otros momentos de la historia reciente, quienes apuesten a la depreciación del peso pueden ver la oportunidad de ganar miles de millones de pesos comprando dólares a menos de 20 pesos.

La autoridad monetaria conoce ambos riesgos, sin embargo ha actuado tratando de contener la inflación y generando una tregua contra la incertidumbre acaecida durante los primeros dos meses del año.

No obstante la reducción en su pronóstico de crecimiento muestra que eso no incidirá en un mejor desempeño productivo, para ello se requieren de otras medidas que favorezcan una mayor inversión y creación de empleo. Desde su perspectiva, en el mejor de los casos el país crecerá 2.3%, el potencial de los últimos 15 años.

Sin un programa económico emergente, que se enfoque a fortalecer a las empresas nacionales y se oriente a incrementar la inversión productiva, la aplicación de la estabilización ortodoxa de la economía arrojará otro año de malos resultados.

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