“Make Mexico great again»

El Financiero | Mauricio de María y Campos

Donald Trump asumió finalmente la presidencia de los EUA y se apresta a hacer buenas sus amenazas de poner a América (Estados Unidos) primero, no importa a qué costo: “to make America great again”. Sus principales restricciones estarán en el Congreso-no solo entre legisladores demócratas sino también republicanos, por razones presupuestales-; el sector empresarial con toda su madeja de intereses económicos; las otras potencias; y la impaciencia de la mitad de la población norteamericana, que en estos días ha dado una inusitada muestra de su oposición a la vulneración de los logros económicos y sociales de las últimas tres décadas.

¿Qué proponer ante la inminente entrevista de Peña Nieto y su equipo con Trump el 31 de enero? Ante todo defender con dignidad y eficacia el interés nacional, no solo de palabra, sino con posiciones firmes concretas e imaginación política ante las viejas y las nuevas amenazas que puedan presentarse.

Hay que recordarle a Trump que lo que generó desde su precampaña es una confrontación política con un vecino, cuya sociedad se siente agraviada discriminada y amenazada injustamente.

Sobre la mesa estarán puestos todos los elementos y factores de amenaza y negociación: el muro fronterizo, el retiro de inversiones millonarias, las deportaciones masivas de mexicanos indocumentados, el freno a remesas de migrantes, y lo que más parece preocupar a ambos gobiernos : el TLCAN , que ha permitido generar inversiones en México y relocalizar empleos, pero también una enorme dependencia y fragilidad a nuestro país en términos de exportaciones y que ha proporcionado a los EUA un enorme mercado para sus granos subsidiados , sus manufacturas y servicios.

Sin duda vamos a negociar con el Gobierno de Trump el TLCAN desde una posición de debilidad – con un argumento de competitividad salarial del que no podemos estar muy orgullosos dados sus costos sociales.
Podemos reforzar el interés propio y de las empresas automotrices, de autopartes y de otras ramas vulnerables; pero nuestra insistencia deberá centralizarse en el interés nacional, que lamentablemente hace mucho que no hemos definido como nación.

Cualquier negociación no deberá hacerse a partir de mayores concesiones en materia de migración o de importación de componentes de empresas extranjeras, cuyo nivel es ya muy elevado. No se trata tampoco de negociar aranceles o concesiones de una muy debilitada economía.

Es importante que Trump y su gobierno tengan información de los numerosos empleos que México ha perdido en el campo y en la industria y las muchas empresas que han cerrado por importaciones que hacemos de su país desde la firma del TLCAN; así como de la cuantía de las importaciones de productos y servicios estadounidenses y su importancia para los diversos estados de la Unión Americana. Ya hay muchos estudios sobre el tema del Peterson Institute y el Wilson Center para reforzar los nacionales de la UNAM, El Colegio de México y otras instituciones académicas nacionales.

Pero tenemos además armas fuertes cruciales a esgrimir frente a su preocupación evidente por la seguridad de sus fronteras, el crimen organizado, y el narcotráfico, desafíos en que México gasta enormes presupuestos anuales militares y policiacos para proteger los intereses estadounidenses, más que los nuestros. En el caso de la mariguana es inconcebible que sigamos combatiendo el tráfico ilegal mientras la sustitución de importaciones y el consumo lúdico o “medicinal” ocurre irrestricto en una treintena de estados de la Unión Americana y los EUA siguen exportando impunemente armas al crimen organizado mexicano.

Es hora de que se pongan sobre la mesa de negociación estos temas e impulsemos iniciativas propias creativas dentro de una estrategia integral , buscando aliados en México y en los EUA con los gobernadores, alcaldes sindicatos y empresarios de entidades. El miércoles pasado, por ejemplo, la Asociación de Alcaldes de los EUA adoptó una resolución que urge a Trump y al Congreso a que aborden una reforma migratoria integral y que mantengan el alivio migratorio que actualmente protege de la deportación a unos 750 mil jóvenes indocumentados llevados a los EUA cuando eran niños (“dreamers”) y que llevan más de 10 años esperando la nacionalidad. Esta resolución es importante ya que durante su campaña el presidente expresó sus intenciones de anular el DACA (Acción diferida para los llegados en la infancia) y negar fondos federales a las ciudades santuario que rechazan cooperar con las autoridades federales. Trump amenaza con deportar en breve a tres millones más de los 2 millones que Obama deportó, para los cuales no existe un programa nacional de absorción.

La imposición de gravámenes a las remesas para construir el inaceptable muro es otro tema que tendremos que abordar si ellos lo ponen sobre la mesa. En principio legalmente no podría prosperar una medida que restringe flujos financieros, sobre todo con fines expropiatorios para el financiamiento del muro, además de que habría múltiples mecanismos de evasión.

Si la amenaza prosperara, México podría adoptar medidas en reciprocidad, igualmente absurdas, como establecer un impuesto especial a los dividendos remitidos por empresas norteamericanas o adoptar una medida justificada de tiempo atrás: establecer visas y cobros a los estadounidenses que ingresan a nuestro país . Todo es cuestión de creatividad y poder de negociación en una guerra económica y comercial que a nadie conviene.

En materia de TLCAN es vital que México ponga claramente sus límites a la negociación, defina e impulse sus propios objetivos de desarrollo y se niegue a aceptar cualquier modificación lesiva al interés nacional. Un mal acuerdo no serviría de nada. La retirada de los EUA del TLCAN, que conduciría a someterse a las reglas generales de la OMC y al establecimiento de aranceles del 3 al 7% a las importaciones, nos sacudiría, pero podría ser el menor de los problemas y provocar también un mejor curso de desarrollo para México,.

Preocuparía más el plan de un impuesto de 20% por ajuste fronterizo (BAT) que afectaría no solo a los vehículos y sus partes, sino a las importaciones de aparatos eléctricos y electrónicos, a las frutas, legumbres y bebidas, a productos siderúrgicos, y a la industria maquiladora en general con daños incalculables. Las medidas que México tendría que adoptar en reciprocidad serían también de impacto negativo para trabajadores, productores y consumidores estadounidenses y darían lugar a una guerra comercial.

El gran desafío es que Trump reconozca que México no es culpable de su pérdida de empleos; que hoy día exporta mucho , pero su desarrollo se ha estancado y acepte que México también “quiere ser grande de nuevo” y para ello debe crecer a tasas del 6% anual, como antes del TLCAN; con mayor equidad social, si ha de evitarse ampliar la brecha entre los dos países y una explosión social en el vecindario. De cualquier manera, tendrá que haber voluntad, valor y liderazgo moral para darnos a respetar. Fuente […]

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