La posibilidad de un mejor porvenir

El Economista | Arturo Oropeza

Es necesario reconstruir una identidad que devuelva a los mexicanos su sentido de pertenencia y de nación así como recuperar la credibilidad en el país y en su futuro

La idea de un mañana mejor es consustancial al ser humano, nace con él, es creada por él y, a pesar de la renovación de sus mitos, siempre lo ha acompañado como parte de la solución de una realidad que desde el hombre primitivo no ha sido fácil.

Por ello, el progreso y con él la posibilidad de un mejor porvenir sólo se extinguirán cuando la vida del ser humano termine.

Éste, el autor tanto de la actividad como de la dogmática del progreso, será el único que pueda detener, retrasar o acabar con su existencia.

El siglo XXI, por otro lado, no se caracterizará por ser un tiempo fácil. Por el contrario, cada país en su entorno y la sociedad global en su conjunto tendrán que realizar esfuerzos inéditos y desarrollar nuevas habilidades para concluir el periodo con posibilidades de futuro.

Por ello, en el caso de México, trabajar únicamente en la solución del presente imperfecto desde un punto de vista político y económico no basta. Aun partiendo de la base de contar con una voluntad y un proyecto político que se enfoquen en estos dos grandes pendientes, la sustentabilidad de la nación requiere de un nuevo proyecto nacional, de un nuevo relato de país que atienda a la recuperación de lo ontológico.

Es necesario, junto con lo operativo, reiniciar la reconstrucción del tejido de una identidad —que se fue deteriorando a base de carencias y corrupción— que devuelva a los mexicanos su sentido de pertenencia y de nación; que recupere la credibilidad en el país y en un futuro mejor; una propuesta que parta de nuevos valores republicanos acordes con un tiempo y una época diferentes, que vuelva a creer en la importancia del país y en la oportunidad de colaborar con él para la construcción de un futuro que valga la pena.

Si no se recupera lo mexicano en su dimensión ontológica, dotándolo de un nuevo relato nacional acorde con un proceso civilizatorio progresivo, los intentos de solución política y económica no alcanzarán para levantar de manera sustentable el desarrollo nacional.

Dentro de esta nueva retórica, la corrupción tendrá que renunciar como condición ineludible a su voracidad y a su señorío y la política tendrá que hacer un alto en su desenfrenada carrera de destrucción del edificio nacional.

De igual modo la autocontención social tendrá de nuevo que recuperarse por medio del convencimiento de una nueva nación comprometida con la práctica de una ética republicana y con el progreso de sus habitantes.

En la recuperación de lo esencial, del andamiaje del ser nacional, de su sentido de vida y de su destino; de la renovación de lo que resistirá ante los duros embates de los años por venir, tendrá que tejerse la nueva ruta política, económica y social del país a través de la reconstrucción de sus mitos; de la oferta de una propuesta audaz que se atreva a transitar y ganar en un marco nacional y global que no serán complacientes en ningún momento.

El futuro y la recuperación de la idea del progreso como el puente y la evidencia para lograrlo también deberán ser una asignatura no remplazable del quehacer del país, tanto para abandonar la carrera del presente eterno como para estar mejor preparados para administrar lo que viene.

De manera importante habrá que recuperar el mito del progreso bajo una visión moderna y comprometida, a fin de reemplazar a la tragedia como destino manifiesto.

El progreso y sus mitos deberán substituir a la endeble idea de la sobrevivencia. El progreso, con toda su carga histórica, seguirá siendo una mejor opción frente a la retórica imperante de una estadística de miedo y muerte. Fuente […]

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