#Opinión: El ajuste que viene

La Silla Rota

La Silla Rota | Opinión | José Luis de la Cruz

El gobierno mexicano deberá rehacer su presupuesto para el 2017, lo hace este mismo año o tendrá que ajustarlo sobre la marcha el próximo. Las variables básicas ya se encuentran fuera de su prospectiva: la estabilidad macroeconómica esperada cederá el paso a la desaceleración.

La depreciación del tipo de cambio sólo representa la punta del iceberg, es la muestra de un profundo desequilibrio que se cierne sobre la economía mexicana. Representa la presión que ejerce la salida de capitales sobre la estructura financiera de México, particularmente en lo que corresponde a la deuda de gobierno. Durante el primer semestre del año salieron más 11 mil millones de dólares que se encontraban en el mercado de dinero, y eso deja sin una fuente de financiamiento a la economía nacional, particularmente al gobierno.

La salida de capitales debilita al peso y se conjuga con la caída en las exportaciones, tanto en las manufacturas como en la parte petrolera. La inversión extranjera directa no tiene la fortaleza para atenuar el desequilibrio y las remesas tienen un escaso impacto productivo, en realidad sirven para mantener un nivel mínimo de consumo de las familias mexicanas más pobres.

El éxodo de capitales ocurre cuando se requieren más recursos para reactivar la actividad productiva. Los requerimientos financieros del sector público federal son de casi 9 billones de pesos, prácticamente la mitad del PIB de nuestro país. Para financiarlos el gobierno debe emitir deuda, la recaudación tributaria no le alcanza para financiar su gasto y además pagar el costo financiero de los pasivos contraídos durante las últimas décadas. El problema es que la deuda pública mexicana pierde su atractivo.

Desde hace un año, aquellos inversionistas extranjeros que compraron parte de la deuda emitida por el gobierno mexicano han incurrido en pérdidas por la depreciación del peso: el valor de los bonos que compraron en pesos tiene un menor valor en dólares. Para compensar lo anterior los inversionistas foráneos requieren de un mayor rendimiento: sin un incremento en la tasa de interés seguirán perdiendo el apetito por la deuda del gobierno mexicano.

Lo anterior representa una encrucijada para el Banco de México, si decide intervenir a través de un alza en las tasas de interés podría satisfacer a las calificadoras e intermediarios de los inversionistas extranjeros, pero lo haría a costa de incrementar el costo financiero del gobierno y de la inversión privada nacional. Al final el costo sería para las familias y empresas nacionales.

El potencial incremento en las tasas de interés encarecería el crédito otorgado al sector privado, y con ello mermaría su capacidad de invertir y generar empleo. En este momento México requiere de multiplicar su inversión privada, particularmente porque el gobierno presentó un proyecto de presupuesto en donde la parte pública va a la baja. Un aumento en las tasas de interés terminaría por apagar uno de los motores internos del crecimiento económico.

Sin mayor inversión no hay crecimiento y eso será otro factor que le cobrará una factura al escenario económico presentado por el gobierno mexicano para el 2017. El presupuesto del año entrante se elaboró con un pronóstico de crecimiento del 2.5%, si el Banco de México sube las tasas de interés, el gobierno deberá modificar dicha prospectiva y con ello el presupuesto de egresos.

En este momento hay otro factor que ya juega en contra del escenario macroeconómico oficial. La última junta de la Reserva Federal redujo la expectativa de crecimiento para Estados Unidos, y eso tendrá un efecto adverso para México, la dependencia que se tiene respecto a la evolución de la industria norteamericana hará que las manufacturas mantengan un desempeño discreto y que corran el riesgo de enfrentar una contracción.

Al fallar el pronóstico de crecimiento también falla la capacidad del gobierno para pagar su deuda, sus ingresos tributarios dependen de que la economía nacional siga creciendo.

El tanque de oxígeno de ingresos fiscales que representó la reforma fiscal se va terminando. El incremento de los ingresos del gobierno fue atribuible a diversas modificaciones fiscales que aumentaron la carga tributaria de las empresas y los consumidores.

La creación del Impuesto Empresarial a Tasa Única (IETU) y del Impuesto a los Depósitos en Efectivo (IDE) así como los movimientos al IVA y al IEPS permitieron que el gobierno aumentara su captación tributaria.

El impacto de estos y otros ajustes fiscales se puede apreciar en lo conocido como Presupuesto de Gastos Fiscales. Dicho presupuesto es elaborado por la autoridad hacendaria todos los años y cuantifica, de acuerdo al Instituto Mexicano de Contadores Públicos, “los montos que deja de recaudar el erario federal por conceptos de tasas diferenciadas en los distintos impuestos, exenciones, subsidios y créditos fiscales, condonaciones, facilidades administrativas, estímulos fiscales, deducciones autorizadas, tratamientos y regímenes especiales establecidos en las distintas leyes que en materia tributaria aplican a nivel federal”.

Para el 2015 el Presupuesto de Gastos Fiscales estimó que el gobierno dejó de recibir ingresos por el equivalente al 2.9% del PIB.  Como punto de referencia: en 2006 la cifra era igual al 7.3% del PIB. En otras palabras: las modificaciones que se han realizado a los diversos esquemas fiscales han disminuido en más de 4 puntos del PIB los beneficios legales que la sociedad tenía. En correspondencia se aumentó en la misma cantidad el flujo de recursos que recibe el gobierno.

El problema es que lo anterior no redujo su sed de dinero: al mismo tiempo se debe recordar que, a pesar de esos ingresos extraordinarios, el gobierno continuo endeudándose: de enero del 2006 a la fecha la deuda neta del sector público pasó de 2 billones a 8.6 billones de pesos.

En este sentido el ajuste propuesto al presupuesto no representa la solución a los desequilibrios estructurales de la economía mexicana. Los movimientos serán más profundos, hoy o mañana, y el costo será para una sociedad que vive los efectos de la implementación de un modelo económico que no corresponde a su realidad. Fuente […]

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