¿Confianza empresarial?

El Universal | Por: Dr. José Luis de la Cruz.

Las primeras estadísticas de 2016 directamente relacionadas con la inversión productiva comienzan a conocerse. Además de la caída en el precio del petróleo, la depreciación del tipo de cambio y la volatilidad financiera, el sector productivo es quien da la primera muestra de cómo la desaceleración económica ha llegado a la vida diaria de las personas y empresas.

Por definición los empresarios productivos son optimistas, confían en la buena marcha de la economía para hacer inversiones en maquinaria, equipo, construcción y contratación de personal. Independientemente del tamaño de su negocio, los emprendedores confían en que habrá rendimientos positivos por el riesgo que toman. La caída de la confianza empresarial va en contra de este fundamento y del crecimiento económico.

Evidentemente que existen diferencias entre el monto de inversión y los mecanismos de financiamiento, dependen del tamaño de la empresa, del sector productivo y la región en donde se realicen. De igual manera influye si el objetivo es el mercado interno o el externo, así como el grado de cercanía con el gobierno en cualquiera de sus tres niveles.

No obstante existe un común denominador, los empresarios del sector productivo confían en que la economía real crecerá y con ello sus inversiones.

No se debe confundir a un empresario del llamado sector real con un especulador financiero que puede llegar a apostar en contra de la economía. El mejor ejemplo se dio durante la última crisis global: a través de los derivados financieros un grupo de instituciones construyó una pirámide de deuda hipotecaria impagable y otro grupo la aprovechó para obtener ganancias del quebranto económico. Al final el contribuyente es el que paga por los costos de la crisis.

El empresario productivo tiene otra orientación, requiere de crecimiento económico para que su negocio prospere. Mayor consumo e inversión se encuentran vinculados con generación de empleo y bienestar. Dicho mecanismo funcionó hasta que la ingeniería de los derivados financieros distorsionó la orientación de los flujos de inversión.

México debe recuperar los fundamentos del crecimiento, y esos se encuentran en la inversión privada, la misma genera el 81% del valor agregado de la economía y en ello la parte nacional es la más relevante.

Por lo mismo es una mala noticia la información que el Inegi divulgó la semana pasada, la contracción de la confianza empresarial en los tres sectores que se mide anuncia resultados desfavorables para el primer trimestre de 2016.

La caída de confianza en la construcción, las manufacturas y el comercio representa una señal de que la inversión seguirá moderándose. Los tres sectores coincidieron en una reducción de la expectativa sobre el rumbo que seguirá la economía en los siguientes 12 meses. De igual forma los hicieron en que no es el mejor momento para invertir.

El resultado converge con las cifras de inversión que el mismo Inegi publicó para el mes de noviembre pasado, una cifra anual negativa inducida por la fuerte contracción de la inversión en construcción no residencial (grandes obras de ingeniería) su quinta caída consecutiva.

Seguramente ello se encuentra correlacionado con una menor inversión física del sector público federal: de acuerdo al informe de 2015 la misma fue menor en casi 70 mil millones de pesos, ello a pesar de que el ingreso y el gasto público total fueron mayor a lo programado.

Además, el deterioro de la confianza empresarial coincide con un rubro de la confianza del consumidor, la expectativa para los siguientes 12 meses es menos favorable. En el caso del consumo puede agregarse que en noviembre el resultado fue el de una moderación de su crecimiento.

Sin confianza empresarial no hay inversión ni empleo, y al final el consumo también se reduce. Esto se traduce en un debilitamiento de mercado interno. Si México quiere mejores resultados la confianza debe regresar. Fuente […]

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