Menor inversión, una mala idea | #Opinión

Por: José Luis de la Cruz, director IDIC | Publicado en El Universal.

El sacrificio de la inversión productiva constituye el mecanismo perfecto para limitar el crecimiento económico. Sin inversión se restringe el avance del progreso tecnológico y la innovación.

El resultado final es una menor capacidad productiva y competitiva. Por eso el recorte de más de 160 mil millones de pesos en inversión propuesto en el Presupuesto de Egresos 2016 es una mala idea.

En Los Límites de la Estabilización William Easterly y Luis Servén describieron a la reducción de la inversión pública uno de los principales errores que cometieron los países de América Latina.

Al implementar un ajuste estructural fundamentado en menor inversión pública sacrificaron su futuro. Lograron un equilibrio fiscal engañoso. Terminaron por limitar su crecimiento de largo plazo a cambio de alcanzar un equilibrio contable de corto plazo. Con eso lograron la aprobación de los organismos internacionales pero perdieron la senda del desarrollo.

La principal limitante de dicha estrategia radica en que se sacrificaron proyectos productivos que tenían una rentabilidad mayor en términos de crecimiento económico.

Un efecto secundario fue que dicha estrategia terminó por mermar los ingresos tributarios del sector público, del mismo que la implementó.

Adicionalmente se falló en impulsar el desarrollo del sector privado. Las empresas no fueron un sustituto perfecto de la inversión pública, algo que es fácil de entender.

En primera instancia no tenían el mismo perfil productivo. En segundo término se debe recordar que no existían los mecanismos de financiamiento adecuados. En tercer término se aplicaron medidas fiscales que mermaron la inversión empresarial.

Además se debe recordar que el propio sector privado enfrentaba una crisis, la caída del PIB había restringido el desarrollo del mercado interno, afectando con ello la viabilidad y rentabilidad de las empresas locales. No puede obviarse que muchos negocios se vieron desplazados por el acelerado y poco planeado proceso de apertura comercial que se tomó como salida a la profunda recesión de la “Década Pérdida”.

Finalmente se debe mencionar que las elevadas tasas de interés e inflación constituyeron un obstáculo infranqueable para la mayor parte del sector privado, particularmente para las pequeñas y medianas empresas.

El producto fue una década de nulo crecimiento nulo, que además gestó un nuevo periodo de crisis, aquella que se registró durante la segunda parte de los años noventa.

Y que provocó un nuevo proceso de ajuste fiscal. El manejo contable de las finanzas públicas y el control de la inflación terminaron por consumir la mayor parte de los esfuerzos del sector público de América Latina.

El costo económico y social fue elevado, un rezago en materia de infraestructura y telecomunicaciones impidió que la región estuviera en capacidad de competir con los “Tigres Asiáticos”.

La diferencia fue sustancial, en tanto América Latina se debatía en ajustar su gasto público, los países asiáticos se encontraban en un profundo proceso de inversión público-privada en materia de desarrollo tecnológico e innovación.

El resultado final es palpable. América Latina es un exportador de commodities y maquila en tanto que es importador de bienes de capital, insumos intermedios de mayor valor agregado y de recursos financieros. La región no cuenta con una industria propia que pueda competir de manera integrada frente a China, Corea del Sur, Singapur, Japón o Vietnam. En el mejor de los casos se ha vuelto proveedora de bienes y servicios básicos, así como de mano de obra barata.

La mayor parte de empresas tecnológicas de nueva generación se ha gestado en el pacífico asiático, Europa y Estados Unidos.

Esa es una lección que la historia económica nos ha legado: sin inversión no hay crecimiento. México no lo debe olvidar. Fuente […]

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