‘No hemos avanzado’

Raúl Gutiérrez Muguerza. (Foto: Reforma)

Reforma | Miguel de la Vega.

Empresario del acero, Raúl Gutiérrez Muguerza no se dobla ante la amenaza de Donald Trump. Pide nacionalismo, no proteccionismo. Demanda del gobierno debate de ideas, no imposición de políticas. Y exige a la iniciativa privada asumir un papel más protagónico.

¿El gobierno le ha fallado a los empresarios?

No le ha fallado a los empresarios, el gobierno le ha fallado a toda la sociedad. Hay cosas que se están haciendo que son muy buenas para el futuro, pero en los últimos 30 años hemos tenido un crecimiento de 2.2 o 2.3 por ciento, en promedio, que no ha sido capaz de erradicar o reducir la pobreza. Incluso la ha subido.

¿Y los empresarios le han fallado a México?

No, los empresarios mexicanos somos tan capaces como cualquier otro. Hacen falta más empresarios. Para eso necesitamos coordinación entre la IP y el gobierno.

Alguna vez dijo que Felipe Calderón no supo escuchar a los empresarios. ¿Con Enrique Peña hubo algún cambio?

Nos han escuchado más en este gobierno y se han hecho muchas cosas muy importantes e interesantes, aunque fue un poco ingenuo haber dicho que las reformas darían resultados inmediatos. Tenemos que trabajar conjuntamente para poder lograrlo.

¿Los empresarios de la mano con el gobierno?

Una de las razones para crear el Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico (IDIC), que es un centro de pensamiento, fue darme cuenta que, como empresarios, de nada servía ser reactivos a la propuesta o política pública que implementaba el gobierno, porque no se ganaba mucho.

¿A qué se refiere?

Como empresarios tenemos un rol importante dentro del éxito del país y dentro de la sociedad. Más que reclamar por las cosas que se hacen, debemos ser proactivos y presentar alternativas distintas para dialogar y debatir.

México no sabe debatir…

No sabe. No hemos sabido hacer eso y tampoco podemos esperar a que todo lo haga el gobierno. Los empresarios tenemos que influir y, conjuntamente con el gobierno, crear una casa que es de todos y que nos interesa a todos.

Desde el punto de vista gerencial, ¿no le desespera ver cómo se maneja el gobierno?

Definitivamente la forma de operar del gobierno y la de una empresa son diametralmente opuestas. El gobierno necesita estructurarse más para trabajar de una manera más eficaz y más eficiente.

¿El TLCAN no ha sido bueno?

Ha sido en beneficio de México y también de Estados Unidos. Fue un modelo económico implantado como requisito de los mismos norteamericanos para que sus empresas se pudieran expandir y tener seguridad en suelo mexicano, lo cual yo lo veo con excelentes ojos.

Entonces, ¿cuál fue el problema?

No estoy en contra de la inversión extranjera, al contrario, mientras más venga mejor. En lo que no estoy de acuerdo es en que promovamos más la inversión extranjera que la inversión nacional, siendo que ésta es la mayor parte del pastel.

¿Qué ha faltado en ese sentido?

Los modelos económicos siempre tienen que estar evolucionando. Por ejemplo, cuando empezó el Programa de Maquila fue excelente. De hecho, los chinos nos lo copiaron en los 80. Pero ellos fueron un paso adelante: impusieron restricciones e incentivos para integrar más insumos que ellos mismos producían y que las maquiladoras no sólo emplearan mano de obra.

Eso no pasó acá…

No hemos avanzado. El contenido nacional de todas las maquiladoras en México es muy bajo: solamente del 4 por ciento. Se dice que somos los exportadores más grandes de televisiones en el mundo, pero de insumos nacionales tienen ¡el uno por ciento!

¿Por qué ese desdén del gobierno?

Hay gente muy dogmática que piensa que el modelo no debe evolucionar, pero hoy las cosas cambian cada vez más rápido. Antes, los productos al público duraban muchos años. Por ejemplo, la cámara fotográfica duró 100 años y murió. La mató la cámara digital, que también ya murió, pero en menos años. Cambiar no es fácil, hay que trabajar duro para lograrlo.

¿Usted cómo hace para cambiarse el chip, para evolucionar?

La mejor enseñanza que recibí de mi padre fue cuando tenía 15 años, que empecé a trabajar con él. Su primer encargo fue: «ve a pintar las rayas de la planta». Me dijo que no las tenía que pintar yo, sino buscar pintores, pedirles presupuesto y comparar en cuánto tiempo lo hacía cada uno. Coticé y le dije que en dos semanas terminaban. «Muy bien, en dos semanas te quiero ver aquí en la oficina», me dijo.

¿Y qué pasó?

A las dos semanas resulta que no acabé el trabajo. Llegué a su oficina y comencé a decirle: «no, fíjate que el pintor me quedó mal, los lunes no iba. Y luego yo pensé que iba a ser con dos pintores, pero no llegó uno. Además no me entregaron la pintura…». Mi padre me detuvo: «A ver, quiero que te salgas. Hay unas escaleras aquí afuera y hay un cuarto arriba. Te vas media hora y cuando acabes de justificarte ahí, regresas». No me dejó decir nada más. A los 30 minutos regresé: «¿Ya aprendiste? Aquí la primera regla es no justificarse». Desde entonces, para mí es muy difícil justificar el por qué no de las cosas, por eso trato de encontrar el cómo sí. Eso es lo que me ha dado una gran adaptación al cambio.

¿A usted qué le da temple?

La responsabilidad. Tengo una responsabilidad muy fuerte al haber aceptado un trabajo dentro de la empresa de mi padre y ahora presidirla. La vida es una combinación: el trabajo en gran parte, la familia y el entretenimiento.

¿Qué lo funde?

La indiferencia, la irresponsabilidad y la justificación.

¿Prefiere ser dúctil o maleable?

Ambos. Siempre trato de estar abierto y escuchar. Uno es el coach, no el delantero, ni el defensa, ni el portero. Los demás son los que hacen los puntos. Mi trabajo es hacer que la gente haga y darles las herramientas necesarias.

¿Qué pasa cuando alguien enseña el cobre?

Generalmente trato de darle una oportunidad. El 99.9 por ciento de la gente quiere hacer un buen trabajo. Si no lo está haciendo bien, es por un defecto que tenemos como directivos, pues no les estamos dando las herramientas, la claridad, la visión…

En muchas empresas hay jefes que creen que tener la verdad absoluta…

Esas empresas no prosperan tanto como las que cambian.

¿Le preocupa Donald Trump?

Me preocupa porque es una persona que hasta ahora pocos entienden. Creo que ni los de su propio equipo lo entienden correctamente, es muy difícil de descifrar y de entender. En particular del TLCAN, creo que la razón va a prevalecer.

¿En la negociación?

Sí, ellos no son tontos, nosotros tampoco. Ellos, por el mismo poderío, siempre han agarrado una parte más grande del pastel. Y México está muy vulnerable, nos ha faltado visión como país. Estados Unidos mañana puede cerrarle la válvula de gas y parar el 50 por ciento del consumo.

¿Es un asunto de dignidad?

A mí me gusta usar la palabra nacionalismo, porque debemos ver hacia nosotros, hacia adentro; y tomar decisiones clave que nos hagan menos vulnerables para poder tener mayor poder de negociación. Eso es lo que han hecho los países que han llegado a ser desarrollados, han promovido su industria nacional, sin pelearse con la industria extranjera. Dependemos demasiado de lo extranjero.

A parte de su familia, ¿cuál es su mayor riqueza?

Mi salud.

¿En los negocios se puede usar el corazón?

Definitivamente. Uno no puede ser todo corazón porque comete errores, pero siempre hay que utilizar parte del corazón.

CINCO DATOS

  1. Es presidente y director general del Grupo Deacero, siderúrgica fundada por su padre en 1952.
  2. Ingeniero Industrial por la Universidad de Purdue, ha sido presidente de la Asociación Latinoamericana del Acero y de la Cámara Nacional de dicha ndustria.
  3. En 2013, fundó el Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico.
  4. Fue el impulsor del Museo del Acero Horno 3, en el Parque Fundidora, Monterrey.
  5. En calidad de «invitado permanente», forma parte del Consejo Consultivo Empresarial para el Crecimiento Económico de México. Fuente […]

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