La globalización subdesarrollada

El Universal | Por: Dr. José Luis de la Cruz*

Los arquitectos de política económica en América Latina no entendieron las implicaciones del proceso de globalización iniciado en los años setenta, sólo captaron la parte de apertura comercial y financiera así como la privatización de las empresas estatales.

No comprendieron la necesidad de desarrollar empresas productivas propias, de nivel global. Por eso siguen a la zaga, con crisis y estancamientos perennes, dependiendo de estrategias y dinero de las grandes empresas trasnacionales y de los países desarrollados.

No todo el mundo cometió el mismo error, las naciones del Pacífico asiático fortalecieron su industria nacional, elevaron estándares educativos y construyeron una infraestructura logística de calidad mundial.

Latinoamérica centró su atención las política de ajuste fiscal, recortó su inversión pública, grave yerro. Pensó, erróneamente, que la apertura económica compensaría lo que el Estado dejó de hacer.

La visión de comercial latinoamericana de la globalización obvió que en los años ochenta comenzó la consolidación de las grandes empresas trasnacionales que durante las décadas previas habían invertido sus recursos en el desarrollo de productos tecnológicos.

Dichas empresas eran propietarias de las nuevas patentes en electrónica, computación, telecomunicaciones, el sector automotriz, maquinaria y equipo eléctrico. También se descuidó que se estaba gestando la primera etapa de las aplicaciones en biotecnología y nanotecnología que hoy son un excelente negocio comercial.

Junto con las poderosas empresas trasnacionales tradicionales, los nuevos conglomerados tecnológicos salieron al mundo a buscar los mejores lugares para producir: subcontratar mano de obra, tierra e industria barata.

América Latina, sumida en una profunda crisis pero contando con atractivos recursos naturales, físicos y humanos se convirtió en un terreno fértil. El Sudeste asiático fue otra región que concentró dichas inversiones, la diferencia fue que contaba con una base diferente.

La globalización requiere empresas innovadoras, capaces de adaptarse a la dinámica del progreso tecnológico y que en empleen a personas educadas y altamente capacitadas. Particularmente en ciencias e ingeniería.

Con dicho fundamento las naciones del Pacífico asiático consolidaron grandes empresas propietarias de patentes y creadoras de nuevos productos. Partieron de copiar y adaptar, pero hoy son líderes en bienes de alta tecnología o proveedoras de insumos intermedios.

Los asiáticos aprovecharon los beneficios comerciales y de inversión foránea de la globalización para su propio beneficio, entendieron que la maquila solo puede ser temporal, el crecimiento sostenido requiere de mayor valor agregado.

América Latina no lo asimiló, se convirtió en una región de subcontratación industrial global y de venta de bienes primarios, depositaria de enormes inversiones extranjeras que no desarrollan su producción y mercado interno.

Latinoamérica depende de la producción y venta de productos primarios, en algunos casos de grandes empresas ligadas al comercio pero que no generan valor agregado. Venden lo que el mundo crea y transforma.

América Latina no tiene un gran sector industrial, salvo Brasil y México, pero aún estás naciones se encuentran supeditadas a las desiciones de las empresas trasnacionales del mundo desarrollado y, ahora, de países antes pobres como Corea del Sur y China. Todavía No aprende la lección.

La globalización vivirá una nueva etapa bajo el TPP y los acuerdos comerciales que negocian la Unión Europea y Estados Unidos. De igual forma ocurrirán cambios con los acercamientos entre China y Japón.

Todos son países productores, de grandes empresas, innovadoras y propietarias de patentes, cuentan con recursos financieros para realizar inversiones estratégicas en todo el mundo.

Si México piensa que la apertura comercial es política industrial y que con ello puede insertarse exitosamente en esta etapa de la globalización se equivoca. Fuente […]

*Director del IDIC.

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