(Opinión) Primeros signos de la desaceleración

Foto: IDIC

La única alternativa para evitar una desaceleración mayor reside en la inversión privada

Por José Luis de la Cruz, Director General del IDIC | El Universal*

Las primeras cifras de la economía mexicana para este 2015 han comenzado ha llegar y, lamentablemente, confirman un complejo inicio de año. La actividad industrial solamente creció 0.8% en enero, un resultado que se encuentra alineado con la moderación de las exportaciones de manufacturas y con la tendencia a la baja que su capacitad utilizada había manifestado desde fines de 2014.

El bajo desempeño productivo se ha reflejado en la menor captación tributaria del gobierno federal, particularmente en lo que se refiere al impuesto sobre la renta. Dicho resultado se ha conjuntado con la caída en el precio del petróleo, situación que provocó un primer recorte al gasto de gobierno por 124 mil millones. Además, ya se anunció la aplicación de un nuevo ajuste presupuestal para 2016.

La contracción en el gasto de gobierno no fomenta el crecimiento económico, particularmente cuando la mitad del mismo se aplicó a Pemex, CFE y a Comunicaciones y Transportes, los motores de la inversión pública. La única alternativa para evitar una desaceleración mayor reside en la inversión privada.

Un problema adicional que existe para la inversión es el escenario de un incremento en las tasas de interés por parte de la Reserva Federal de Estados Unidos. Su aumento, cada vez más cercano, ha causado una alta volatilidad en el tipo de cambio, indicando la salida de capitales del país y la mayor demanda de dólares. La magnitud de esto último provocó una depreciación histórica de peso, llevándolo a casi 16 por dólar.

El impacto de la pérdida de valor del peso propició que la autoridad económica tuviera que intervenir para frenar la caída. La subasta diaria por más de 50 millones de dólares diarios, prácticamente sin restricciones, es un intento por aliviar las presiones que enfrenta el peso.

Aun si la medida tiene éxito, las consecuencias de la depreciación ya se encuentran inmersas en la economía mexicana, importadores y deudores en dólares deben pagar más pesos por cada dólar. Esta situación no ayuda a una economía que tiene un elevado déficit comercial.

Si bien un primer acercamiento pudiera indicar que el déficit comercial de México fue inferior a 3 mil millones de dólares en 2014, la verdadera dimensión de problema salta a la luz cuando se contempla que sin contar exportaciones e importaciones petroleras el déficit superó los 45 mil millones de dólares.

En 2013, dicho desequilibrio superó los 50 mil millones, algo que muestra la debilidad del comercio exterior mexicano. Evidentemente que si el déficit comercial sigue para este año, si el tipo de cambio no disminuye por debajo de los 15 pesos por dólar y las exportaciones petroleras continúan su tendencia a la baja, la economía nacional deberá pagar más al exterior por su desequilibrio comercial.

Sin lugar a dudas que ello implicará fuertes presiones para que las empresas trasladen parte de estos costos a los consumidores, de otra manera su rentabilidad disminuirá. En cualquiera de los dos escenarios el resultado es inquietante, uno se llama menor inversión y crecimiento, el otro inflación.

De persistir la volatilidad, y de no funcionar la subasta de dólares, el siguiente elemento de control sobre el tipo de cambio es un alza en las tasas de interés domésticas. Con ello el costo del financiamiento para el sector privado aumentaría, frenando a la economía.

Si bien existen aspectos positivos, como el registro de trabajadores ante el IMSS, no se puede subestimar el mensaje de la desaceleración económica. El costo de hacerlo puede ser elevado, particularmente para una sociedad en donde la pobreza se incrementó en 15 millones de personas entre 2006 y 2012, justamente cuando se minimizó el desafío que el país enfrentaría.

*Artículo publicado originalmente en El Universal

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