El bajo crecimiento económico es estructural, uno de los grandes problemas que no hemos resuelto por 30 años.
Por José Luis de la Cruz Gallegos, Director General del IDIC.
Las variables macroeconómicas de México envían señales que deben ser pronto atendidas.
Menor crecimiento económico, inflación superior al objetivo del Banco de México, tipo de cambio depreciado y precio del petróleo 30% inferior al promedio de los últimos años son solo algunas de las más evidentes, sin embargo, hay que entender que no son las únicas.
Pensar que todo ello pertenece a una coyuntura, que en unos días se disiparan sus efectos perniciosos puede ser un error.
El bajo crecimiento económico es estructural, uno de los grandes problemas que no hemos resuelto por 30 años, sus causas y efectos no desaparecerán en el corto plazo.
En lo que se refiere al precio del petróleo existe una situación similar: su caída no se revertirá, la guerra de precios enfrenta intereses globales sobre los cuales México no tiene influencia pero que determinan un 35% de sus ingresos públicos federales.
De no incrementarse el valor de los hidrocarburos, el Gobierno deberá realizar un cambio en la hacienda pública, básicamente porque durante los últimos 10 años el creciente gasto de gobierno se supeditó en la bonanza de los precios del petróleo.
No se podría entender el aumento en el gasto corriente, y aun el de inversión, sin el aumento de los ingresos petroleros. Lamentablemente dicho financiamiento se puede ver fuertemente disminuido de manera estructural, probable escenario que impondría un ajuste a los ingresos y egresos del gobierno, algo particularmente claro para el 2016.
En lo que corresponde al tipo de cambio la situación tenderá a regularizarse cuando la especulación y volatilidad cedan espacio, sin embargo es claro que no volverá a los niveles de hace un par de meses.
Dicha situación afecta no solo a las exportaciones e importaciones, también tiene implicaciones para las empresas cuyas deudas se encuentran en dólares pero en donde sus ingresos se encuentran en pesos, es decir supeditadas a la evolución de un mercado interno precarizado por las condiciones adversas de pobreza.
Además, la depreciación del peso afectará a una inflación que se encuentra fuera del rango previsto: a las presiones en precios de alimentos y energéticos se le deberá agregar la proveniente de la debilidad del peso.
En conjunto dicho entorno afecta al contexto global del marco macroeconómico estimado para el cierre del 2014 y el inicio del 2015. No obstante también llega a las condiciones de un mercado laboral altamente precarizado. En conjunto ambos elementos afectan a la evolución de la economía doméstica.
Por tanto debe tenerse claro que la coyuntura descrita tiene impactos estructurales que deben tomarse en consideración, no debe subestimarse su efecto.
En el 2007 la economía global y doméstica enviaron señales de desaceleración económica que un año después se transformaron en la crisis económica que todos recordamos. En la coyuntura actual la situación no llega a ese extremo, pero debe atenderse.
La aprobación de las reformas estructurales, la formalización de una parte del mercado laboral y el tiempo ganado con la cobertura petrolera para el 2015 año deben utilizarse de manera estratégica.
Para lograr lo anterior es prioritario que se aplique de manera efectiva el marco legal que se ha definido, el fomento económico del gobierno a sectores productivos y regiones estratégicas es fundamental.
La aprobación de la ley para incrementar la productividad y competitividad puede servir a lo anterior, abre la puerta a la acción del gobierno para el fomento de la economía pero ello debe darse de manera decidida.
El candado puesto en el artículo 15 de la ley citada tiene que manejarse con cuidado por parte del sector público, no debe ser un obstáculo para la definición de un programa económico que permita revertir lo antes señalado.
De continuar con bajo la misma inercia el 2015 y el 2016 podrían ser años de crecimiento inferior a lo iniciado por las autoridades, nuevamente.
